Les ofrezco una sentida disculpa por mi ausencia, pero es que mientras no estaba, tuve un reencuentro escolar, me caí de las escaleras, vi una señora encuerada en la calle, un señor con una torunda de carne en la cabeza, regresé a los escenarios, hice amigos, deshice enemigos, comí carne y comí verduras, me retiré de los escenarios y más. Pero mejor comienzo por el principio porque esto ya parece un soneto de Shakespeare o una canción de Calle 13 o algo así.
Pues que tuve un reencuentro escolar y descubrí que tuve una cosa que yo pensé que nunca había tenido. Un mote, un sobrenombre, un alias, remoquete, apodo.
Sucede que a todo lo largo y ancho de mi carrera escolar, me dediqué a destrozar las autoestimas de compañeros y cuerpo docente con bonitos y oportunos sobrenombres que a todo mundo caían en gracia, menos a los susodichos apodados.
Y es que a nadie le gusta que le agarren sus defectos físicos y se los devuelvan transformados en apodo. Pero en fin, que yo no conocía otra forma de demostrar mi amor y en ese entonces no me daba cuenta del daño que hacía, además de que me divertía mucho haciéndolo. Acúsome Padre. Me arrepiento, ya déjenme en paz.
Entonces ahí tienen que había una niña. Muy alta ella. Muy flaca ella. Y que lloraba a la menor provocación ella. Fue mi pareja en un ballet y me odió porque dentro de la bella coreografía, debía yo tomar su cintura al tiempo que ella saltaba en puntas para dar la impresión de que era ligera como una pluma. Un trabajo en equipo. O eso pensaba yo, pues ella juraba por la Vírgen del Rayo que yo debía sacar fuerza de no sé dónde y levantarla por los aires. Así que me odió por flaco, entelerido, debilucho y bailó haciéndome caras de principio a fin.
Para el cierre del espectáculo, usábamos unas horribles máscaras con unas más horribles pelucas mientras cargábamos unas no tan horribles antorchas. Porque claro, en una escuela de arte no se conocen las leyes de la física y a nadie se le ocurrió que ardiente-llama-con-peluca-de-zacate igual a desastre infierno en la torre.
Pero después de unos cuantos chispazos de nuestras latas de alcohol para boy scout, todos salimos ilesos. Todos menos mi susodicha pareja, cuya peluca se prendió en llamas provocando la risa generalizada, el susto de su vida y claro, ríos de llanto interminable. A pesar de las llamas y todo, solía ser nuestra amiga. Mas de repente, nos dejó para volverse inseparable con otra chica. Muy bajita ella, de grandes ojos ella y muy malhumorada ella, según mis estándares de sana diversión.
Así que con una flaca y grandota, y otra petisa y malhumorada, pareció natural comenzar a llamarlas:
Pinky y Cerebro.
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¿Qué quieren? Era un colegio de Artes y Humanidades, pero nuestra creatividad ya había sido hecha atole, lentamente absorbida por la televisión y luego subsidiada por el Gobierno Federal.
Bueno, el chiste es que aquella noche del reencuentro ella me recordó su apodo. Yo me hice el tonto, pero claro que me acordaba, es sólo que mis carnes luchan contra la flacidez, mi frente se ha poblado de arrugas, mis orejas de pelos y en pocas palabras, he madurado y dejádome de niñerías y guasas, soy una persona muy seria y responsable. Así que después de pedirle una disculpa por haber arruinado su vida, me dijo:
¡Pero yo también te puse un apodo!¡Qué! Toda la vida pensando que nunca había tenido uno y ahora resulta que podré responder cuando me entrevisten en el New York Times para que mi historia suene sufriente y dolorosa
¡I was bullied! Así que no resistí más y dije:
¡Cuál era mi apodo! ¡Lo quiero, es mío!Y llena de gozo, respondió:
¡Los Gemelos Greñas!?
...
En esa época mi cabellera era larga porque había interpretado a Juan el Bautista en una obra y luego ya no me lo quise cortar porque ah, qué chulo que me veía. Solía usarla limpia, pero sin peinar. Y pasaba mis tardes con una niña que tenía el mismo tipo de cabello y tampoco se peinaba, aunque era más güera.
¿Entienden?
Los Gemelos Greñas.¿Cómo explicas eso cuando te entrevistan en el New York Times?
Disclaimer: Ni mi frente tiene arrugas, ni mis orejas pelos, ni mi carne lucha contra la flacidez.